Pasarán los años y el festejo por el día del amigo que compartieron ayer será su más preciado recuerdo. Lo que ocurre es que José Luis Pérez piensa que su cuerpo habría quedado en el lecho de un río si Erica Soledad Navarro y Geo Rosenti no se hubieran esforzado para sacarlo del agua.

“Trataba de salir pero me estaba quedando sin fuerzas. En ese momento dije: ‘bueno; hasta aquí llegué’”. De esa manera, José recuerda la peripecia que tuvo que enfrentar el sábado a la tarde en El Cadillal. Estos tres jóvenes viven en Alderetes y, además de su amistad, comparten largas jornadas de entrenamiento para dominar las destrezas del Parkour, un deporte extremo callejero que practican desde hace unos dos años.

El plan que tenían para el sábado era llegar a la tercera cascada de El Cadillal que está ubicada en Aguas Chiquitas, una reserva ecológica que tiene una extensión de unas 3.165 hectáreas. Todo marchaba como lo habían pensado hasta que, al regresar, tomaron un camino equivocado.

“Para ir hasta la cascada se hace una caminata de cuatro horas. Nosotros llegamos al mediodía, entrenamos y después de comer comenzamos a caminar. Al volver, como se hizo tarde bajamos por un camino de piedras que es más difícil pero más corto. Lo que no sabíamos era que teníamos que cruzar el río”, agregó el joven deportista.

El frío y la noche

José Pérez tiene 18 años y no sabe nadar. Al llegar a la orilla, tuvieron que decidir entre cruzar o volver atrás. Eran alrededor de las 19 y la luz del día comenzaba a extinguirse. “Primero cruzó Erica y después pasé yo para cruzar las mochilas. El agua estaba helada y hacía mucho frío. No era la primera vez que iba a ayudar a alguien a cruzar el río. Pero José es más alto que mi hermano”, recordó Geo Rosenti, que tiene 17 años, al describir el plan que habían ideado para superar el cauce. Pero esa idea se les esfumó en un segundo.

Rosenti le dijo al amigo que lo agarrara del brazo y que pataleara para ayudarlo a nadar, pero a menos de un metro fueron vencidos por la corriente. “El río tenía más de 10 metros de ancho y era profundo. Intentaba mantenernos a flote pero la ropa mojada y las zapatillas me pesaban mucho”, continuó.

La precisión del tiempo parece haberse diluido en el recuerdo de estos jóvenes pero la desesperación con la que vivieron este momento permanece intacta. “A Erica le dio un ataque de nervios y comenzó a gritar. Después de un rato me comencé a cansar y no podía sostenernos a los dos. José intentaba salir pero no podía”, agregó.

No había sogas ni nadie que los pudiera ayudar. Si querían sobrevivir iban a tener que hacer algo. “Nos seguíamos hundiendo pero logramos ponernos cerca de la orilla. Erica intentaba agarrarme la mano. Lo intentamos varias veces pero nos resbalábamos. No se cómo pero al final conseguí agarrarle la mano y con Erica hicimos fuerza para sacarlo”, explicó Rosenti.

La primera reacción que José recuerda haber tenido cuando lograron sacarlo del agua fue la de intentar caminar. Pero tenía las piernas entumecidas y en vez de mantenerse en pie, cayó pesado sobre la orilla.

Erica Navarro tiene 19 años y contó que todos sufrieron varios golpes. “Nos golpeamos contra las piedras. Estábamos helados. Al salir del agua Geo se desesperó y comenzó a correr de un lado al otro intentando llamar por teléfono pero no pudo comunicarse con nadie. No sabíamos qué hacer y además estoy embarazada de un mes”, remarcó.

Cansados, mojados y con frío, no tuvieron mayor opción que pasar la noche a la orilla del río. “Lo único que se veía eran las estrellas. Estábamos acalambrados. Nos dormíamos por ratos pero nos despertábamos por algún dolor o por las piedras sobre las que nos habíamos acostado. No había muchos lugares en donde refugiarse así que nos tuvimos que quedar ahí”, señaló.

Fue una noche larga. Los chicos recuerdan que levantarse para ir al baño era un problema. Por intervalos, escuchaban el ruido de autos, por lo que pensaban que podían estar cerca de alguna ruta. Eso los motivó a tratar de descansar para caminar cuando se hiciera de día.

El rescate

Pero sus familias no esperaron el amanecer para iniciar la búsqueda. Toda la madrugada del domingo recorrieron la zona en la que habían desaparecido los jóvenes con la ayuda de la Policía y del personal del Grupo CERO. Pero fue Federico Medina, el tío de Geo Rosenti, quien consiguió encontrarlos alrededor de las 10. “Teníamos miedo que les agarre una hipotermia. Caminamos por todas partes pero no los pudimos encontrar. Después los policías se fueron pero el tío de uno de los chicos los siguió buscando y fue él quien los encontró”, dijo Adriana Juárez, madre del muchacho que fue rescatado del agua.

Soñolientos, los chicos escucharon una voz que les hablaba. No entendían qué era lo que pasaba hasta que Geo reconoció a su tío. La alegría fue inmensa aunque el regreso no fue sencillo. Tenían las piernas entumecidas y Medina debió cargar a Erica porque apenas se podía mantener en pie. Después llegaron los abrazos de sus familias y las revisiones médicas de rutina. Pero sobre todo quedó la fortaleza de su amistad que, en este caso, les salvó la vida.

Reserva Aguas Chiquitas: un camino escarpado lleva a las cascadas y la noche puede ser una mala compañera

La zona en la que se perdieron los tres jóvenes de Alderetes se encuentra en la Reserva Provincial Natural Aguas Chiquitas, ubicada al norte de Tucumán. El guía Martín Merino, coordinador de Rumbo Norte, explicó que para llegar debe tomarse un camino ubicado a la altura de la central hidroeléctrica de El Cadillal. “Es un camino enripiado que termina en un portón, donde empieza la reserva. Desde allí sólo se puede seguir a pie o vehículos autorizados. Hay dos opciones: seguir por una senda que prácticamente no tiene desviaciones o tomar por el arroyo Aguas Chiquitas. El primero no tiene mayores dificultades, pero es muy escarpado. El segundo es sólo para recorrerlo en el verano porque tiene piletones que se cruzan a nado”, describió Merino. El guía aconsejó que las personas que deseen realizar la travesía (considerada de “aventura”) no deben olvidar llevar una linterna. “A las 19 ya oscurece y se pierde toda referencia. Esto sucede en invierno también con las personas que van al cerro San Javier”, consideró.